Frivolidades
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Cuartos rellenos con desesperación
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Recompensa
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Recompensa
Había una vez un caballero errante. Era joven y guapo. Tan guapo que las muchachas y las viejitas, estiraban el pescuezo para verlo pasar. Tan guapo que la mesera de la taberna, le servía otra a cuenta de la casa y se sentaba en un rincón a chorrear baba. Porque no se atrevía a hablar con él. Con algunos otros, incluso se aflojaba los cordones del corpiño para dejar asomar la piel. Los hombres pensaban que era valiente. Iba de pueblo en pueblo matando dragones, orcos y otras cosas malvadas. A veces salvaba doncellas. Pero también era humano y su moral se regía por la conveniencia. Clic. Zank, tonk, ssssss.…
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ESPEJOS
—Y… ¿qué hacía ella? —Escribía y escribía. Y todo ocurría. Detrás del espejo al que asomaba.
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Brava
Ruge la espuma, porque es suave y teme los pies en la playa.