Frivolidades,  Viernes ficticios

Recompensa

crop man getting dollars from wallet
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Había una vez un caballero errante. Era joven y guapo. Tan guapo que las muchachas y las viejitas, estiraban el pescuezo para verlo pasar. Tan guapo que la mesera de la taberna, le servía otra a cuenta de la casa y se sentaba en un rincón a chorrear baba. Porque no se atrevía a hablar con él. Con algunos otros, incluso se aflojaba los cordones del corpiño para dejar asomar la piel.

Los hombres pensaban que era valiente. Iba de pueblo en pueblo matando dragones, orcos y otras cosas malvadas. A veces salvaba doncellas.  Pero también era humano y su moral se regía por la conveniencia.

Clic. Zank, tonk, ssssss. La sangre de ogro goteaba de una herida mortal en el pecho. La velocidad y agilidad del hombre lo ayudaban a salvar los golpes al tiempo que hacía pequeños cortes en la piel del ogro, sólo para fastidiar. Lo suficiente para enloquecerlo para hacer que atacara con furia y sin cerebro. Un relámpago y salta sobre los hombros del orco. Lanza un tajo con fuerza.

La cabeza rueda sobre la hierba. La toma y la guarda en la bolsa de trapo ya ensangrentada que lleva para estas cosas. Esta tarde cobrará la recompensa en el pueblo de manos del comerciante más rico.

—¡Hey!

Una mano pequeña le sacude el faldón de la camisa y sus ojos oscuros lo miran redondos, enormes y bellos.

—¿Sí? —pregunta con irritación el héroe.

—Gracias

—¿La recompensa?

Pregunta él mirando a un lado y al otro. La hermana mayor de la que podría haberse aprovechado, ha salido huyendo con gritos histéricos y no se la ve.

La mano de piel oscura le hace señas para que se hinque.

—Cierra los ojos

Dice ella. Y se sonroja. La muy tonta, piensa él mirando su risa alegre. Le cubre los ojos con una mano.

—Tú también

Algo rueda sobre la hierba. Nadie notará que ha sido él quien lo ha hecho. Ningún testigo queda para observar como limpia la espada en las flores. Le susurra al oído, cuando termina:

—Nunca salvo a nadie que no pueda pagarme

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