Viernes ficticios
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Oró, ‘Sé do Bheatha ‘Bhaile”
This is the result of a writing exercise I found in internet. Unfortunately, I can’t give credit to the author of the exercise. I don’t remember neither the name of the author nor the name of the website and it’s clearly more difficult to find something out of the advertisement displayed by Voogle when searching what it used to be. The exercise is to write based on the thoughts that might come out of listening to a song. Any song. The name of the song I chose is <<Oró, ‘Sé do Bheatha ‘Bhaile”>>. You can find it in Metube. I chose it cause it is in a language I don’t…
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Historia de una entrada programada
¿Qué hizo Jetpack con mi entrada programada?
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Cuartos rellenos con desesperación
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Recompensa
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INAPTUS AVIS
—No este no me gusta Le decía la señora al marido, un guapo muchacho de peinado relamido y traje café jaspeado sobre chaleco blanco. —Vuelve a empezar. No puede ser que la casa se caiga por todos lados, Godoy. Bien me advirtió mi mamaá que tú no sabías construir casas —Pero mi vida… Y el muchacho volvió a empezar. Traía, cada vez, materiales pequeños para construir por módulos y materiales suaves para aislar el interior. No había manera, todo se caía por un agujero en el terreno. Entonces llegó la mafia. Quisieron ayudarlo a construir pero el interés era muy alto. Prefirió cambiar de terreno. En…
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Recompensa
Había una vez un caballero errante. Era joven y guapo. Tan guapo que las muchachas y las viejitas, estiraban el pescuezo para verlo pasar. Tan guapo que la mesera de la taberna, le servía otra a cuenta de la casa y se sentaba en un rincón a chorrear baba. Porque no se atrevía a hablar con él. Con algunos otros, incluso se aflojaba los cordones del corpiño para dejar asomar la piel. Los hombres pensaban que era valiente. Iba de pueblo en pueblo matando dragones, orcos y otras cosas malvadas. A veces salvaba doncellas. Pero también era humano y su moral se regía por la conveniencia. Clic. Zank, tonk, ssssss.…
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Nota de rescate
Le sonrió con una nota de malicia azul en los ojos y travesura en la nariz. Le temblaron los bigotes, telegráficos. Todo su cuerpo un pisapapeles en reposo. Ella suspiró. Nada iba a moverlo de ahí. Se levantó y fue al tarro. El malandrin troto tras ella y regresaron juntos al plato verde sobre la encimera. Paf, paf, paf, paf. Él, triunfante, se sentó frente al plato a masticar croquetas. Ahora ella podía usar el cuaderno de japonés que había estado secuestrado bajo la barriga del gato.
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ESPEJOS
—Y… ¿qué hacía ella? —Escribía y escribía. Y todo ocurría. Detrás del espejo al que asomaba.
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LA MAESTRA QUE CONTABA CUENTOS 
—¡Buenas tardes! —¡Buenas tardes! —Señora, hoy Ippei tuvo una incidencia, se cayó en el patio y se raspó la rodilla. —Ah, pero no lo empujó nadie ni se peleó, no es problema. —No, se cayó cuando corría. Y en la tardecita, cuando dijo que tenía hambre, sacamos su tupper con pera y sus compañeros lo vieron y quisieron. Ellos le dieron galletas a cambio de la pera. Al terminar Ippei dijo que los iba a acusar con su mamá de comerse su pera. Ippei se ríe. Es una risa de travesura. Toma la mano de la abuela, que lo recoge en el jardín de niños porque mamá trabaja. Se despiden…
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Brava
Ruge la espuma, porque es suave y teme los pies en la playa.