Las esmeraldas que veo
Centellean de arcoiris.
Con un reflejo de árbol,
Otro de granada.
Y si no de espacio con chispas de estrellas.
Ojos de carbunclo.
No pesan apenas nada.
Ni siquiera inclinan la balanza,
De tanto que apenas susurran un beso por encima de la rama.
Te las encuentras en el jardín.
En la fuente jugando al baño.
Haciendo gorgoritos o pegando nidos con telarañas.
Duran menos que el vozarron de una tormenta y son más bellos aún que las piedras.