Cómo no escribir ficción (hoy día): Deus ex machina

Sangre. Sangre en sus manos y en la tela del vestido. El dios del sol baja en un carruaje pintado de oro, los caballos de cartón con las crines de fuego. Y los tres muchachos con músculos abultados que sujetan la cuerda, sudan de lo lindo bajando el armatoste ese. El público mudo, con los ojos enormes ve a Medea subir al carruaje y gritar:
—¡Oh niños, cómo habéis perecido por la locura de vuestro padre! Pero no los destruyó mi mano derecha. No, sino tú ultraje y tú reciente boda[1].
Medea, el carro…Los chicos con la cuerda resoplan un poco. Medea está algo… rellenita. Necesita una buena voz para llegar a todos los rincones del escenario. Los bíceps a punto de reventar por el esfuerzo y a uno se le resbala la gota de sudor por encima del labio….
Deus ex machina. El dios que baja de la máquina. En tiempos griegos; al principio, los relatos eran sobre los dioses… hasta que a alguien se le ocurrió que a los dioses se les podía antojar tener sexo con un humano del mismo modo que a algunos humanos se les ocurre… hacer lo mismo con un pato (No, esto no es un blog de psicología; no discutiré este tema más allá de decir que a veces, pasa). Y los humanos se quedaron ahí por un tiempo, como macetas decorando los apetitos sexuales de las divinidades.
Después, a alguien se le ocurrió contar lo que les pasaba a los seres humanos. Los más importantes claro. Reyes, héroes y guerreros… las chicas bellas. Sin embargo; los dioses seguían siendo el origen de los problemas y soluciones. Un autor no podía simplemente… borrarlos de un plumazo de su ficción. Puesto que no eran ficción… o no del todo. Algunos tenían templos de mármol en colinas que habían necesitado más de tres muchachos con músculos abultados para subir tanta piedra.
De estos autores se dice que Eurípides popularizó el recurso de los dioses que bajan de la máquina. No tengo idea cómo era la máquina pero me la imagino como algo más bien simple, como la cuerda con la que baja Groo vestido de rosa y con peluca rubia para solucionar un problema más bien..peliagudo. Y es que Eurípides metía a sus personajes en problemas que no parecían tener solución (dicen los que lo han leído[2]) y entonces tenía que resolver el conflicto con un poco de agente externo a la trama. Para esto sí resultaban útiles los dioses. Por supuesto que los deus ex machina modernos ya no son dioses sino autos saliendo de la nada y estrellándose contra el villano… cataclismos. Casualidades del orden realmente casual.
Lo que es un TERRIBLE ERROR. De acuerdo, el lector no tiene ni idea que lo que se disfruta del relato, historia, narrativa, ficción (cómo se que se llame); son todos los problemas enormes en los que metemos al personaje y sigue pidiendo a gritos cosas felices. Y aún así, si el personaje es “rescatado” por así decirlo, por algo que no sea su propio ingenio y acciones… los lectores van a sentirse “ESTAFADOS”. Ya a nadie lo convence la princesa esperando el beso de amor, tirada ahí en su caja de cristal a que llegue un príncipe que aparece de la nada. Un personaje de último minuto.
¿Por qué? Porque el personaje (en algún momento) somos nosotros. Y deseamos resolver ese problema. Queremos CREER que tenemos el ingenio y la fuerza suficiente para darle la vuelta a la tortilla. Deseamos tener el poder que no tenemos en la vida real… este poder que con frecuencia se va en “reconocer las cosas que no podemos cambiar” si queremos seguir más o menos cuerdos. ¿Quién de nosotros no se ha encontrado pensando que está a punto de enfrentar a una multitud de enemigos para romperles su mandarinita en gajos? La ficción existe como terapia desde tiempos inmemoriales.
¿Alguna vez te has visto en problemas tales con tus personajes que deseaste una polea con la cuál bajar un dios de la nada para resolverlo?
[1] Medea. Eurípides. No la he leído, otra cosa que añadir a la lista interminable de cosas por leer. Cortesía de la Wikipedia.
[2] Ser ignorante es un problema pero es un problema que nos lleva a saber lo que nos convertirá en sabios. Ajá….

