Cómo escribir ficción

Ajá, con que así es como se hace…. La causalidad de la casualidad al escribir ficción



Mi momento eureka sucedió mirando Luna Papa, película de 1999 dirigida por Bakhtyar Khudojnazarov en colaboración con Rusia, Tayikistán, Alemania, Austria y Francia….comiendo tostadas de atún con papas y jitomate con aroma a tomillo —es de las pocas cosas que sí me salen.  No como el arroz o el caldo de jitomate.

Durante la película, Mamlakat personaje principal, se encuentra con un trío de doctores que compran sangre de forma ilegal. El doctor Alik…que seguro ni siquiera es doctor, muestra un interés de flirteo hacia ella durante una persecución policial que termina con el padre de Mamlakat embistiendo con el coche a los policías y sacándolos del camino.

De este interés, que no volvemos a ver pues se atraviesan escenas del desprecio que sufre Mamlakat por parte de los habitantes de Far Khor al estar manifiestamente embarazada sin marido, no vuelven a hablarnos hasta que se vuelve a cruzar con el doctor en el tren en el que Mamlakat ha decidido huir de casa (a causa del maltrato social). El doctor está allí, jugando a las cartas. Mamlakat lo salva de un probable balazo al decir que él es el padre.

Y si es que no lo has captado, a veces estas cosas pueden estar frente a nuestras narices, pueden explicárnoslas con bolitas y palitos y aún así hay un algo que nos impide entenderlo así como se ve el pez en el agua de mar y ESTÁS VIENDO EL PEZ…sin verlo.

Que lo causal se vuelva casual es como tener un ratón en casa al que nunca has visto. ¿Y entonces como demonios es que sabes que tienes un ratón? Los ratones dejan…bueno excrementos chiquitos si no te gusta la palabra con c. No ves un pastel húmedo como el que dejan las vacas. Así, como un plato extendido con aroma a pasto procesado.

De vez en cuando, vas a ver telas roídas, les encanta el hule espuma del cofre del coche y no perdonan la membrana impermeabilizante aunque sea de fibra de vidrio. Ninguna de las partes causales de la historia (nuestro ratón) te dejará un paquete con el letrero de «bomba ACME». No vas a ver al ratón.

Vas a ver lo que deja el ratón. Por eso hay historias chafas, el ratón no es ratón, es un capibara y encima te lo pasean por la nariz como si fueras idiota —las personas que leen saben que saben que al menos piensan[1].  Historias más o menos buenas, el ratón se ve pero sigue siendo ratón… y maravillosas. ¡El ratón nos deja pistas que hay que buscar!

Mientras tanto, el autor nos distrae con partidos de Quidditch o Mimi teniendo una crisis existencial antes del matrimonio…cosas que sucederían en la trama y que importan pero no determinan el transcurrir de los eventos. Te olvidas del hecho. Lo dejas reposar hasta que añeja. Cambias el tema.

 Ahora falta ver si mi momento Eureka me sirve para escribir mejores historias. Espero que a ti te sirva, aunque sea para que revises los rincones dónde podrías tener un ratón y…decidas que hacer con él. Y si decides matarlo, que no sufra, Gracias.


[1] Una vez salida está idea de mi bocota se me ocurre que tal vez por eso a algunas personas les gustan las telenovelas, pensar es un ejercicio mental que quema grasa y no a todos les gusta quemar grasa. Lo que también está bien.

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