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Por ella y todas los demás

“El asesinato es una forma de homicidio que constituye un delito contra el bien jurídico de la vida de una persona física, de carácter muy específico, que consiste en matar a una persona incurriendo en ciertas circunstancias específicas, dependientes del legislador, tales como la alevosía, el precio, la recompensa, la promesa o el ensañamiento aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido. Es un tipo de homicidio calificado. Se considera asesinato cuando una persona causa la muerte de otra y lo lleva a cabo con alguno de los tres supuestos (o los tres juntos) de ‘alevosía’ (se realiza a traición o cuando se sabe que la víctima no va a poder defenderse), ensañamiento’ (aumentando deliberada e inhumanamente el sufrimiento de la víctima) o ‘concurrencia de precio’ (cometiendo el crimen a cambio de una retribución económica o material).”

Wikipedia

Si bien descubrir el origen de una palabra no parece importante ante la muerte violenta, el hecho de relegar la muerte de una persona a manos de otra al simple nicho del catálogo de homicidio con carácter de género (femicidio) cuando se realiza con la alevosía del fuerte contra el débil ( o aquel que sabe que debería caminar sin tener miedo en donde aún existen las bestias que lo ignoran), el ensañamiento ya sea en forma de tortura o golpes, la concurrencia de precio para secuestrar y esclavizar sexualmente a la víctima o las tres al mismo tiempo; es una….sí, póngale su mala palabra favorita.  Los femicidios no son homicidios. Son pura y simplemente, asesinatos.

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