Eh, que dos adolescentes de trece años no pueden retener a un hipogrifo a la fuerza
Nope. Si yo tengo problemas sujetando a un lindo borreguito de tamaño borrego (no más pequeño y tal vez si un poquito más grande que un perro San Bernardo…) con la ayuda de mis 154 cm y 56.8 k de peso…un hipogrifo de esos mismos 154 cm a la cruz —suponiendo que la parte de caballo no fuera un pony o un Shire—arrastraría a dos chicos que combinados, no pesaran más de 80 a 90 kilos.
Y esto, aunque indudablemente es un error de la imaginación, comparada contra lo que yo experimenté aquella vez que termine con el trasero en el piso —era eso o que arrastrarán mi dignidad frontal unos cuantos metros o soltarlo y dejar que se comiera lo que no era asunto suyo; es uno de los riesgos que hay que tomar al escribir, diseñar o hacer cualquier cosa.
Al hacer… probablemente nos vamos a equivocar, seguro. Escribir es un hacer en el que uno de los riesgos de tener que usar la imaginación para suplir el conocimiento de primera mano (no se puede uno poner a hacer todo lo que se imagina…) nos pone en riesgo de afirmar que una bala abre una cerradura o un candado cuando en realidad, es más probable que rebote…¿Alguien ha disparado un arma alguna vez contra un candado?
Así que debemos asumir que alguien va a darse cuenta. Especialmente si han leído nuestra historia más de 3 veces. Debemos estar listos para eso. Hay que equivocarse para hacer cosas. Por eso hoy la entrada lleva el hashtag #¡Mete la pata haciendo chorradas!
Se feliz.