Cómo escribir ficción

La ley y el ocaso de la política

Vincapervinca es igual a traducción 🙂

¿Y qué tiene que ver la ley y el ocaso de la política con escribir? ¿Acaso nos dedicamos a la redacción de contratos? Y sobre todo ¿qué diablos nos importa lo que hacen en una isla dónde hablan ese idioma chapurrado espantoso[1]?

Así visto por encima, los cambios legislativos en Inglaterra parecen no tener ningún efecto sobre ninguno de nosotros. Tampoco profeso la religión de la democracia; mi país es uno de esos lugares donde la gente sensata e inteligente es capaz de juntarse y tomar decisiones sumamente estúpidas…como creerle a un político[2]. Es una de esas cosas que hacen que uno se sienta hermanado con el resto del mundo.

Y sin embargo, si antes de creer que lo que dice Sir Jonathan  Sumption no tiene nada que ver con nosotros, le diéramos una pequeña oportunidad, veríamos que lo que el hombre dice sí que importa. Por lo que sea que esperamos del futuro, como autores y como seres humanos pues aquello de lo que habla no es una mera reforma legislativa. Es, incluso, un asunto para ayer (así dicen los diseñadores aquí para decir que el cliente lo quiere ya).

Nuevamente, esta es una traducción de una conferencia Reith, la del año pasado (2019), este año no habrá ninguna de estas bellezas por razones obvias…¿por qué no pueden hacerla con Line, YouTele o lo que sea? Ha habido otras muy interesantes y bastante amenas que, sin embargo, no podré traducir pues mi habilidad para escuchar nombres es…terrible. Las que he traducido lo he hecho porque existe una transcripción (sujeta a errores debidos al riesgo de perderse una palabra o la dificultad inherente al habla de cada individuo) y eso hace que me resulte más fácil hacerlo (así en caliente no pienso rápido).

La presente conferencia se puede escuchar en formato original en  www.bbc.co.uk/radio4, lo que no es un comercial sino especificar la fuente. Tampoco me pagan por traducir estas cosas, lo hago porque necesito un portafolio [hopefully to get a translating job, I love changing nuances of language] y porque; como los fans del manga escanean y traducen como pueden —sin ser profesionales— sus mangas favoritos; creo que hay cosas  que deberían llegar a nosotros sin importar la barrera del idioma. He aquí:

THE REITH LECTURES 2019: LAW AND THE DECLINE OF POLITICS

Jonathan Sumption

Lecture 1: Law’s Expanding Empire

ANITA ANAND: bienvenidos a las conferencias Reith de 2019 de la BBC y al magnífico Salón Middle Temple en el centro de Londres. Este espléndido edificio isabelino es la pieza central de una de las cuatro estancias de la Corte que han alojado a abogados por cientos de años y que datan del siglo XIV. No podríamos pensar en un lugar más adecuado para el conferencista de ese año para comenzar su serie basada en la relación entre ley y política. Ahora mismo con vistas a lo que sucede en el mundo ¿habrá una intervención más a tiempo que esta?

Con una vida de carrera en la Barra [de abogados], al conferencista de este año se le ha llamado un hombre con “un cerebro del tamaño de un planeta”. Recientemente jubilado como uno de los jueces más prominentes de Bretaña, después de sentarse en la Suprema Corte, ha regresado a su pasión original: la historia. Sus recuentos al estilo forense de la Guerra de los Cien Años han sido ampliamente reconocidos. 

Dentro de una serie de cinco conferencias, planteará una crítica a lo que él llama el imperio creciente de la ley entrometiéndose en cada rincón de nuestras vidas. Explicará porque piensa que esto es una influencia corrosiva en nuestras democracia y como y porque, deberíamos revivir el sistema político. Denle la bienvenida al conferencista de la BBC 2019, conferencias Reith, Jonathan Sumption.

(APLAUSO DE LA AUDIENCIA)

ANITA ANAND: Jonathan, bienvenido. Ahora, he dicho que alguna vez fuiste un académico de tiempo completo, historiador y luego te convertiste en Juez de la Suprema Corte. ¿Qué fue lo que salió mal?

JONATHAN SUMPTION: Bueno, pasaron 37 años entre esas dos etapas. Comencé como un académico. Amaba ser un académico pero odiaba estar siempre en quiebra. La Suprema Corte fue una oportunidad que nunca esperé tener, al no haber sido juez de tiempo completo antes y tuve la suerte de que se acercara el final de mi carrera en la barra justo en el momento en que la oportunidad se presentó.

ANITA ANAND: Y las oportunidades han sido extraordinarias. Has trabajado en algunos de los juicios más famosos que nosotros, los periodistas, hemos cubierto en años recientes. Has representado al ruso millonario Roman Abramovich , contra el camarada oligarquista Boris Berezovsky. También has representado al gobierno Británico, Alistair Campbell, la reina. Sólo entre nosotros ¿quién ha sido  el más difícil de todos tus clientes?

JONATHAN SUMPTION: Estás intentando que alguien me censure. Todos los clientes tienen su idiosincrasia especial. No creo que Alastair Campbell se queje de filtración si revelo que es la única persona que he conocido que pueda comer espagueti mientras habla por el teléfono celular.

ANITA ANAND: Esta serie es también sobre el peligro que corremos debido a l popularidad de la ley. Algunos dirían que es un argumento un tanto extraño cuando muchas de las instituciones en las que alguna vez confiamos están bajo ataque. Los medios, algunas veces figuramos por debajo de la popularidad de los políticos espirogiras siempre nuevos, y las personas miran la ley como algo estable y algo neutral. ¿Por qué criticarlos ahora?

JONATHAN SUMPTION: Bueno, el último Reporte Hansard sobre la participación política sugiere que los jueces están en alguna parte cercanos a la cima en la lista de la confianza pública y los políticos están cercanos al fondo. No creo que tal reputación sea realmente justificada. Necesitamos darnos cuenta quizás con mayor precisión de lo que lo hacemos, que los procesos políticos, pueden contribuir a reconciliar nuestras diferencias.

ANITA ANAND: Bueno, tu primera conferencia se llama El imperio creciente de la ley. Jonathan Sumption, te toca a ti.

(APLAUSO DE LA AUDIENCIA)

JONATHAN SUMPTION

En el principio había caos y fuerza bruta. Un mundo sin leyes. En la mitología de la antigua Atenas, Agamenón sacrificó a su hija para que los Dioses pudieran permitirle a su flota navegar hacia Troya. Su esposa lo asesinó para vengar el acto y ella, a su vez, fue asesinada por su hijo. Atena, la Diosa de la sabiduría, puso fin al ciclo de violencia, creado una corte que impusiera una solución por lo que hoy llamaríamos el interés público, una solución basada en la razón, la experiencia de la fragilidad humana y el miedo a la alternativa.

En la parte final de la gran trilogía de Esquilo, La Orestiada[3], la diosa justifica su intervención en el mundo de los mortales con estas palabras: “Que no exista el hombre no doblegado por la ley o doblegado por la tiranía.” Ahora, eso fue escrito en el siglo V BC pero el mensaje es intemporal y universal. La ley no es sólo un instrumento correctivo o de repartición de justicia, es una expresión de los valores colectivos y una alternativa a la violencia y el despotismo caprichoso.

Es el vicio de algunos abogados hablar de ella como si se tratara de un tema auto-contenido, algo que ser examinado como un espécimen de laboratorio en un tubo de ensayo, pero la ley no ocupa su propio mundo.

Es parte de un sistema mayor de toma de decisiones público. El resto es política. La política de ministros y legisladores de partidos políticos, los medios y grupos de presión, y del electorado en general.

Mi punto en estas conferencias es, el lugar de la ley en la vida pública. Los temas gemelos que deseo explorar son la desaparición de la política y el crecimiento de la ley para llenar el vacío. ¿Cuál debe ser el rol de la ley en una democracia representativa como la nuestra? ¿Hay demasiadas leyes? ¿Hay, quizás, muy pocas? ¿Tienen los jueces demasiado poder? ¿Qué queremos decir con el imperio de la ley, esa frase tan a punto en las lenguas de los abogados? ¿Es, como los cínicos lo han sugerido en ocasiones, únicamente un eufemismo para el imperio de los abogados?

El creciente imperio de la ley es uno de los fenómenos más significativos de nuestro tiempo. Este magnífico salón ha sido usado por abogados desde su construcción, hace cuatro siglos y medio pero la mayor parte de ese tiempo, los abogados han tenido poco que hacer. Hasta el siglo XIX, la mayoría de las interacciones humanas eran gobernadas por la costumbre y la convención. La ley lidiaba con un amplio rango de problemas humanos. Regulaba los títulos de propiedad, reforzaba contratos, protegía la vida de las personas, sus personas, su libertad y sus propiedades contra daños arbitrarios, pero eso era todo. Hoy, penetra en cada rincón de la vida humana.

La edición moderna estándar de los estatutos ingleses llena unos cincuenta volúmenes, con más de treinta volúmenes de suplementos. En adición, existen unas veinte y un mil regulaciones hechas por ministros bajo poderes normativos [estatutarios] y cerca de doce mil regulaciones creadas por la Unión Europea que continúan aplicándose a menos y hasta que hayan sido revocadas o reemplazadas por una legislación doméstica.

Tan sólo en un año, terminando en Mayo del 2010, más de 700 mil ofensas criminales nuevas fueron creadas, tres cuartos de ellas por regulación gubernamental. Ese año fue, claro un año de abundancia pero la tasa de incremento aún puede considerarse como alta. Por encima de todo está esa producción imparable de juicios en las Cortes, muchos de ellos acerca de temas que rara vez eran tocados por la ley hace un siglo[4].El poder de las Cortes Familiares ahora se extiende a varios aspectos del bienestar infantil que perteneció al dominio exclusivo del hogar. Complicados códigos legales ejecutados por tribunales especiales regulan el mundo del empleo. Un elaborado sistema de leyes administrativas, en su mayor parte creadas por jueces desde la década de los 60’s, gobiernan la mayoría de los aspectos de la relación entre gobierno y ciudadanos. Las áreas especiales que alguna vez pensamos fuera de la competencia de las Cortes, tales como la política extranjera, la conducción de operaciones militares en ultramar y otros poderes prerrogativos del Estado, han sido rendidos, uno por uno al poder de los jueces.

Sobre todo, desde el 200, un código de derechos humanos ejecutables legalmente ha abierto vastas áreas de legislación judicial. En 1911 había un solicitante en Inglaterra por cada 3000 habitantes. Tan sólo un siglo después, hay uno por cada 400, un incremento de siete veces esa cifra.

El imperio de la ley es uno de los clichés de la vida moderna cuando tiende a invocársele, incluso por los abogados, sin mucha reflexión en lo que realmente significa. La esencia misma de ello puede resumirse en tres puntos. Primero, las autoridades públicas no tienen el poder para cohercionarnos, excepto el otorgado por la ley. Segundo, la gente debe tener el mínimo básico de derechos legales. Uno puede discutir en qué deberían consistir dichos derechos pero deben al menos, incluir la protección de la violencia física y otras interferencias arbitrarias en la vida, libertad y propiedad. Sin ellas, la existencia social no es más que un crudo concurso en el uso de la fuerza física. Tercero, debe existir acceso a jueces independientes para reivindicar estos derechos y administrar la justicia criminal ejecutando los límites del poder del Estado.

Al menos tan importante como estos, sin embargo, es una clara comprensión de lo que el imperio de la ley no significa. No significa que todos y cada uno de los problemas humanos y dilema moral sea objeto de una solución legal. ¿Así que, por qué ha sucedido esta expansión tan vasta en el dominio del ámbito legal? La razón fundamental consiste en la llegada de una democracia de base amplia entre los años de los 1860´s y los 1920’s. La involucración masiva en los asuntos públicos ha llevado, irremediablemente, a elevar la cantidad de demandas hechas al Estado como proveedor de amenidades, aval de un mínimo estándar de seguridad y regulador de la actividad económica.

El optimismo acerca de lo que la acción colectiva puede conseguir es natural a los animales sociales. La ley es el instrumento primario de la acción colectiva y elevar las expectativas del Estado lleva naturalmente a llamar a la ley a dar soluciones. En algunas áreas una solución legal está dictada por la naturaleza misma del problema. Tomen, por ejemplo, los desagradables efectos de los cambios tecnológicos y legales, algo que los economistas llaman “incidencias externas[5].” Las enfermedades causadas por la industrialización y lesiones, contaminación, monopolio, cambio climático, por nombrar sólo algunas de las más obvias. El crecimiento económico es el resultado espontáneo de la actividad de numerosos individuos pero la actividad espontánea no puede manejar los costos indeseables que resultan de éste. Sólo el Estado puede hacerlo. Así es como tenemos leyes contra los cárteles, la contaminación y etcétera.

Pero hay otras áreas en dónde la intervención de la ley no se fuerza sobre nosotros, es una elección colectiva. Refleja los cambios internos en nuestro modo de ver al mundo. Quiero dirigir la atención a dos de estos cambios que han contribuido, creo, a expandir el imperio de la ley. Uno de ellos es el crecimiento del absolutismo moral y social que mira a la ley para producir conformidad[6]. La otra es la búsqueda constante de una mayor seguridad y al reducción del riesgo en nuestras vidas diarias. Miremos primero a la ley como el medio para imponer la conformidad. Esta solía ser una de sus funciones primarias, La ley regulaba el culto religioso hasta el siglo XVIII. Discriminó entre diferentes denominaciones religiosas hasta el siglo XIX. Reguló la vida privada y las relaciones sexuales consensuadas hasta apenas recientemente. Los actos homosexuales fueron criminales hasta 1967. Hoy, la ley se ha desligado casi por completo de todas estas áreas. De hecho, se ha movido al extremo opuesto y ha prohibido la discriminación que alguna vez fue obligatoria.

En cambio, en otros aspectos, nos hemos movido a la idea mucho más antigua de que la ley existe para imponer la conformidad. Vivimos en una era censataria, más quizás de lo que cualquier otra época desde que el movimiento evangélico transformó las sensibilidades morales de los Victorianos. Las voces liberales en Inglaterra, en la Bretaña Victoriana, como la de John Stuart Mill, ya estaban protestando contra las implicaciones sobre las libertades personales. La ley, argumentaba Mill, existe para protegernos del daño y no para reclutarnos a la conformidad moral. Aún así, la intimidación de la prensa puede desencadenar una avalancha de escarnio público y abuso para cualquiera que se salga de la línea[7].

Los medios sociales alientan a recurrir a respuestas fáciles y generan una poderoso instinto de rebaño que suprime no sólo la disensión pero incluso la duda y los matices. Los solecismos públicos e incluso privados pueden destruir la vida profesional de una persona [career[8]]. Los anunciantes presionan a los editores a no publicar piezas controversiales y los editores pueden ser despedidos por persistir. Las organizaciones estudiantiles pueden prevenir que ciertos discursos no ortodoxos sean escuchados. Estas cosas han hecho la presión por la conformidad más intensa, incluso, de lo que solía ser en tiempos de Mill.

Es la misma mentalidad que busca que la ley regule áreas de la vida que alguna vez pertenecieron exclusivamente al dominio de los juicios individuales. Estamos muchísimo menos listos de lo que lo estábamos para respetar la autonomía de las decisiones individuales. Tendemos a pensar que los valores morales y sociales pertenecen a la comunidad como un todo, como asuntos de la colectividad y no de las decisiones personales.

Hace dos años, las Cortes y la prensa estuvieron muy atareados con el caso de Charlie Gard, un bebé nacido con una rara y fatal enfermedad genética. El consejo médico era que no existía una posibilidad de mejora evidente. El hospital donde se le trataba apeló a la Superma Corte para recibir permiso de suspender el tratamiento y permitirle morir. Los padres rechazaron el consejo médico. Deseaban sacarlo de las manos de la NHS[9] y llevarlo a los Estados Unidos para que allí recibiera un tratamiento experimental no probado. Los especialistas americanos pensaban que las oportunidades de mejora eran pequeñas pero mayores a cero. Los padres deseaban la oportunidad. Inusualmente, recolectaron el dinero mediante boteo[10] y estaban en condiciones de pagar el tratamiento sin recurrir a los fondos públicos. Este era un caso que levantaba difíciles de juicio moral y de consideraciones prácticas en el servicio de salud pública. La Corte autorizó al hospital a retirar el tratamiento y el niño murió[11].

Ahora, hay dos características llamativas de esta historia. La primera es que, aunque la decisión de continuar o no con el tratamiento era de juicio clínico, los médicos involucrados eran reacios a tomar la decisión ellos mismos, lo que sospecho hubieran hecho hace una generación. Querían el respaldo de un juez. Esto no era porque se pensara que los jueces tenían alguna cualificación moral o clínica de la que carecieran los doctores, era porque los jueces tienen un poder de absolución. Al aventarle la bolita a la Corte, los doctores se protegían a sí mismos de responsabilidades legales.

Ahora, ese es un instinto comprensible. Los doctores no desean correr el riesgo de ser demandados o llevados a corte, sin importar que tanta confianza tengan en su propio juicio, pero el riesgo de ser demandado o perseguido legalmente existe sólo porque hemos llegado a considerar estos terribles dilemas humanos como dominio propio de la ley.

El segundo rasgo de este caso es quizás el más impactante. La Corte decidió que no sólo debería permitirse al hospital retirar el tratamiento terapéutico sino que no se les permitiría a los padres buscar la posibilidad de una cura en otra parte. No se sugirió que llevarlo y tratarlo en los E.U. podría de hecho agravar su condición, aunque podría haberla alargado de forma obvia, el juicio de los padres parece haber estado dentro de lo que ampliamente se considera que hacen los padres responsables y amorosos. Sin embargo, para la ley era a última instancia un asunto para un órgano del Estado, nominalmente la división familiar de la Suprema Corte. La decisión de los padres fue, digamos, nacionalizada.

Ahora, debería hacer claro que no estoy criticando la decisión por un momento. Meramente, señalo que hace una generación muy probablemente hubiera sido una decisión distinta, incluso de haber alcanzado la Corte, lo que probablemente no hubiera sucedido. Ahora, cito este caso porque a pesar de que sus hechos son inusuales, es ilustrativo de una mayor tendencia general de la ley. El imperio de la ley y los poderes discrecionales que la ley confiere en los jueces, limita el alcance de las decisiones autónomas tomadas por el individuo. Recortan el área dentro de la cual los ciudadanos se hacen responsables por sus propios destinos y los de sus familias.

CONTINUARÁ…..


[1] Es un decir, a mí me gusta…aunque a veces no entienda ni muu.

[2] Conozco a dos que lo son y aún así fueron parte de esa acción colectiva bizarra que fueron las elecciones más recientes pata presidente. Los que no votamos porque no había por quien votar, los votos divididos y los votos embelesados

[3] La única trilogía que se conserva del teatro griego antiguo […]: Agamenón, Las coéforas y las Euménides….otro libro que añadir a la lista…

[4] Haciendo cuentas algo así como generación y media humana o quizás dos, siendo conservadores con las expectativas de vida.

[5] ¿Quién diablos llamo externalidades a las externalities?

[6] La conformidad vista como un entorno en donde no existe la discrepancia o los matices.

[7] A esto me refería por libertad de expresión en Epistolar…aunque no había escuchado a este tipo.

[8] Que no se refiere a los estudios cursados sino a la vida profesional de una persona y que puede ser independiente de los primeros.

[9] National Health Service…supongo que algo así como el servicio de salud británico.

[10] ¿Hay Teletón en sus países? Bueno, colecta pública.

[11] En una buena película, el final habría sido darle el permiso a los padres…

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