De la exactitud en la descripción del personaje
Hay descripciones más profusas que otras. Y de esto creo que los dibujantes de cómic se van a reír de mí; ellos no sufren por tener que describir al personaje, sólo dibujan. Los de guión van a desesperarse pues este es un tema delicado; ellos no escogen a los actores/actrices —aunque si describen en términos generales como se ve el personaje y puede que sufran con la tentación de describir casi al detalle algo que debería ser bastante conciso.
A lo que te truje Chencha pues.
Una pincelada escueta en un libro, otra en uno nuevo y Montalbano tiene todo su cabello, es delgado y usa bigote. ¿De qué color son sus ojos? ¿El cabello? ¿Es alto? Todo eso queda a la imaginación privada de cada lector. Si es que resistió la tentación de ver la serie de televisión, porque entonces lo que imaginábamos fue destruido y cedió paso a la imagen en la pantalla. Mi Catarella era todo menos gordo. Es de esta forma que un escritor puede ser vago y sin embargo, despertar la imaginación.
En contraste, los vampiros de J. Ward son altísimos, tan rellenos de músculos como un luchador, poseen una ira salvaje contra sus enemigos pero son toda ternura con sus «hembras» o «machos»[1] —J. Ward es una escritora incluyente así es que hay por lo menos vampiros hetero y gay. Llevan el cabello largo, en fabulosas ondas rubias, multicolores o lo cortan como soldados. Amén de poseer ojos de colores fantásticos desde el blanco y el azul Bahamas hasta dos coloraciones distintas al mismo tiempo. Con todos estos detalles, casi podríamos ir a obtener un retrato hablado.
A primera vista, parece que la abundancia descriptiva reside en el sexo del escritor.
Hasta que nos topamos con Annette Levi Willard. O, John Updike. Pues Updike es capaz de describir en términos químicos los colores otoñales de las hojas y crea personajes con peso, manías físicas, manos o pies tan definidos que casi podríamos tocarlos. Sin ser tan gráfico como Ward.
Mientras que Levi Willard en Mi Jane busca Tarzán[2] nos conduce con la misma gracia pero sin tantos detalles visuales. Pinceladitas por aquí y por allá como: la francesa de bonitos senos. ¿Alguna otra cosa? No, excepto que esta francesa es terriblemente miope y eso sólo me dice que debe tener ojitos un poco saltones[3].
¿Es entonces la nacionalidad?
No. O tal vez sí. Hemingway no describía con esta exuberancia de detalles anatómicos en sus cuentos. Sin embargo si forzando mi memoria a recordar El viejo y el mar, creo recordar que del viejo si hace una descripción más que gráfica y sobre todo anímica.[4] Maria Luisa Alcott, Jean Webster…pero ellas aún con los detalles, nos dan descripciones que no servirían para un retrato hablado contundente.
Parecería que describir con tanto detalle es un producto post-cine de color con influencia directa en la literatura juvenil como Vampire Diaries[5]. Mario Puzo describe a más de un personaje secundario como si se tratará del principal en una especie de ambientación que te lleva al mundo del crimen por características exteriores.
Entonces, ¿describir o no describirlo todo? ¿Qué es más importante, la exactitud de la imagen o la imaginación?
Supongo que la cosa es un poco similar al dilema de Hamlet. Si asesino al traidor en el momento de la oración, irá al cielo y entonces su crimen quedaría impune. Así que debo esperar el momento propicio.
Es decir, no describas cuando la acción o la imaginación cuenten más que los detalles porque arruinarías la fiesta. Y esto no es una regla, sólo una idea. ¿Ustedes describen con exactitud de fotografía o son parcos? ¿Qué piensan?
[1] A mí no me miren. La autora misma lo encasilla así como resultado de «la biología» que se inventó para estas novelas. Y como es literatura erótica femenina, no es como para ponerse exigente.
[2] Me encanta este libro porque es una historia de amor con una mujer que abandonó el feminismo pero no su valor de ser.
[3] Parece que las personas con miopía muy aguda no sólo corremos el riesgo de sufrir un desgarre de córnea al practicar el bungee sino que, por características morfológicas de la miopía también tenemos ojos saltones (puffy eyes); aunque eso no quiere decir que seamos parientes de los Simpson.
[4] Hace ya un rato que lo leí y Hemingway no ocupa una posición destacada en mi mini-biblioteca. Lo siento por ser hereje….
[5] Esto de los Vampire Diaries me recuerda mi entrada NO TE LO CREO. Porque en los quince minutos que llegué a ver de la serie —pecado capital, me gustan los vampiros (soy fan de Underworld) — todos en el salón de la protagonista están tan guapos —maestros incluidos— que debieron hacer una criba extraordinaria para reunir a tantos chicos que no requirieran pantalones talla extra ni chicas que no ganarían un concurso de belleza escolar como mínimo. ¿A dónde se fue el talento? Ah. Ser bello es un talento porque requiere la disciplina de cerrar la boca frente a una barra de chocolate y ejercitarse 10 horas al día. No es broma. Yo no tengo ese talento. Me zamparía la barra de chocolate y máximo hago diez minutos de ejercicio al día que es mejor que nada (lo que hacía antes).