Tres es el número mágico
No sólo es un número de primera —o primo. Es el más grande y el más pequeño de la narrativa de ficción. Porque, de acuerdo con Joseph Campbell, es el número máximo de intentos que puede un héroe acometer la empresa. Podrá fallar las dos primeras pero deberá salir airoso la tercera… o perderemos la atención del lector. Quién no nos tolerará fallos más allá de éste número. Es constante en los cuentos de hadas; dónde podemos comprobar la teoría de Campbell.
Tres veces se le pregunta a la reina por un crimen imaginario. En dos no abre la boca para defenderse. Al tercero, a punto de ser quemada por bruja, llegan los jóvenes príncipes encantados en cisnes y todos son rescatados. O así por el estilo.
Es la unidad más pequeña de actos en los que se dividirá una historia. Ya antes de Aristóteles, los diversos autores de tragedias y comedias —algunos ahora anónimos — habían descubierto el tres como número ideal de actos. O mínimo, para lograr nuestra satisfacción.
Y, a pesar de ello, debe permanecer oculto. No debe nombrarse en ningún momento para enumerar los fallos del personaje. Tampoco debe notarse en el transcurso de nuestra historia con una clara división. Sólo los autores deben saber en qué lugar se esconde.
Además del mínimo de actos, representa el número más apropiado de personajes principales: personaje principal, compinche-patiño-ayudante-interés amoroso y antagonista-villano. O de compañeros, como en El mago de Oz: Espantapájaros, León y Hombre de hojalata.
Bajo estas circunstancias, el número tres parece un «abracadabra» o «ábrete sésamo» que nos da acceso a la magia. ¿No creen? Casi. Así de cerca.
¿Y tú, conoces otro número mágico? Cuéntanos.