Sé tú mismo al escribir
Tratando de seguir lo que he leído sobre escribir, especialmente lo que dice Robert McKee terminé mi primera historia de 100 páginas. Y, sintiéndome todopoderosa se lo di a May y Cropo (los primeros fans de mis cuentos) para que lo leyeran…resultó que no era comprensible. Dando por descontado que Cropo dibuja cómics y él hubiera hecho algo distinto. O que a May no le gustan las historias de vampiros.
Entonces releí la versión cero. La que no pasaba de dos páginas. Era mucho mejor. Por mucho (pensándolo bien Dan fue el primer fan-el leyó la idea original y pidió más).
¿La diferencia? Estaba escribiendo como alguien más lo hubiera hecho. Estaba escribiendo intentando seguir lo que decía McKee en el “El guión. Story” sin notar que debía ser más selectiva.
Pretender ser alguien que no somos no sólo es frustrante. Es aburridísimo. Para ti, para tus lectores. Y los lectores detectan enseguida a los farsantes (aunque tengas sólo uno o cuatro en el blog).
Ah ¿Y no había que volverse un mentiroso? Ah, sí. Pero la mentira está basada 75-65% en verdades y se usa sólo para crear ambientes, personajes y situaciones. Después de todo, James Camerón utilizó todo lo que era realmente posible y sabía para crear Alien, que es posible que no exista*.
Cuando escribes, eres transparente. A menos que te dediques a hacer de tu escritura algo oscuro y confuso como yo había estado haciendo tratando de hacer lo contrario. Estaba siendo arrogante y fingiendo. Sin embargo, cuando soy yo misma y utilizo mi natural encanto (antes la modestia se invitaba mucho a mis fiestas pero entonces no me atrevía ni a escribir este blog) lo que escribo sube en calidad. Adquiere un aroma a canela con azúcar o a pan recién horneado.
Por eso, en este minuto, creo que cuando uno escribe, no importan las convenciones de género ni el autor al que admiremos, ni el sermón de la montaña en ningún libro naranja (el de Robert McKee es de este color). Para resultar interesantes y divertirnos con nuestro trabajo, tenemos que ser nosotros mismos. Alcanzar esa sensación de un trabajo bien hecho —cuando escribes y sonríes al terminar sin importar lo mucho que hayas peleado con tu trama o tu equilibrio de color; no sólo es cuestión de dar el mayor tiempo posible, investigar hasta ahondar en el secreto más recóndito, revisar y reescribir, editar, escribir, escribir, escribir. Es aceptar lo que sale de dentro. Porque se trata de uno mismo y no hay escape de eso.
¿Te gusta el romance, pero te salen cuentos eróticos? ¿Odias el romance, pero se asoma con timidez entre las palabras? ¿Te gustaría escribir textos revolucionarios e inflamar los vientos del cambio cuando la ciencia ficción se apodera de tus páginas? Acéptalo, aprende a domarlo a lo que buscas sin eliminarlo y diviértete.
Ser original es ser fiel a lo que sabemos y podemos dentro de nuestras capacidades. Y no hablo de ser mediocre, sino de disfrutar todo el proceso. Desde sufrir porque la tipografía no es la correcta (diseñadores), el logotipo no comunica, no se pudo terminar el proyecto al tomar un curso 3D por trabajo; hasta descubrir con desencanto que nuestro primer libro es una mierda.
¿Por qué perder el tiempo queriendo ser quién no eres?
*Digo posible porque luego resulta que un escritor se imagina algo y parece que inventa la realidad y no que toma prestado de ésta. Andrea Camilleri siempre tenía que incluir un párrafo en los libros de Montalbano aclarando como los nombres y las situaciones eran pura invención suya porque luego algunos (más imaginativos que él mismo) decían que las novelas estaban basadas en sus vidas y deseaban demandarlo. Un fenómeno en mi opinión extraordinario y del que incluso se han derivado cosas como “Ruby Spark” (película), W (dorama coreano) y una serie de Netflix que tengo que buscar como se llama porque no me acuerdo…(bendito Google) Marianne -no la he visto pero el tema es coincidente.